Huelva : Universidad de Huelva, 2006.
432 p. : il.
Serie: Aldina ; 38.
/ ES / Libros / Arquitectura militar – Andalucía / Órdenes militares religiosas
📘 Ed. impresa: ISBN 9788415147152
Cita APA-7: Gómez de Terreros Guardiola, María del Valle (2006). La arquitectura de las órdenes militares en Andalucía : conservación y restauración. Universidad de Huelva.
ehuBiblioteka BCG A-725.18 ARQ
https://ehu.on.worldcat.org/oclc/932727914
🔒 Ed. electrónica: E-ISBN 9788416621163
Cita APA-7: Gómez de Terreros Guardiola, María del Valle (2010). La arquitectura de las órdenes militares en Andalucía: conservación y restauración. Universidad de Huelva.
ehuBiblioteka Acceso personal UPV/EHU
Discovery
https://ehu.on.worldcat.org/oclc/1019666035
eLibro
https://elibro-net.ehu.idm.oclc.org/es/ereader/ehu/44449
ePrest
https://eprest.ehu.eus/Record/Xebook1-4981
[.es] Analiza la arquitectura de las órdenes militares de San Juan de Jerusalén, Santiago, Calatrava y Alcántara que se conserva en Andalucía, sobre todo en las provincias de Jaén y Sevilla, prestando especial atención a la conservación y restauración de los edificios. Abarca las fortificaciones y la arquitectura civil y religiosa de dichas instituciones.
📎 La arquitectura de las órdenes militares en Andalucía. Conservación y restauración
Mª del Valle Gómez de Terreros Guardiola | Publicaciones sobre Arte Medieval, 2012-02-23
http://www.librosartemedieval.net/la-arquitectura-de-las-ordenes-militares-en-andalucia-conservacion-y-restauracion/
La arquitectura de las órdenes militares ha sido objeto en España de no pocos estudios desde hace algunas décadas, por lo que comienzan a elaborarse síntesis de los resultados obtenidos. En ellas, sin embargo, rara vez se mencionan construcciones o poblaciones andaluzas, debido a que en nuestra región casi no ha habido investigaciones que hayan abordado el tema de forma específica desde la óptica de la Historia del Arte y de la Arquitectura. El trabajo más significativo, más bien a modo de esbozo, se debe a Antonio de la Banda y Vargas, quien en 1986 publicó la conferencia titulada “Las Órdenes Militares en la Baja Andalucía”, en las actas del curso El Arte y las Órdenes Militares, organizado en Cáceres el año anterior por Salvador Andrés Ordax, impulsor del tema a nivel nacional y más específicamente en Extremadura. La finalidad de esta publicación es, por tanto, lanzar los primeros resultados de una línea de investigación que comienza a llenar ese vacío historiográfico. No ha sido una tarea fácil. Le hemos dedicado tres años de duro trabajo (de campo, documental y bibliográfico) y ha sido posible realizarla gracias a la financiación obtenida por el proyecto del Plan Nacional de I+D+i titulado “Conservación y restauración de la arquitectura de las órdenes militares en Andalucía” (HUM2007-62269), subvencionado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y Fondos FEDER, que también ha hecho posible la edición de este libro.
Partir con cierto retraso con respecto a las indagaciones que sobre el tema se han realizado en otros lugares de nuestro país ha condicionado, sin duda, el enfoque dado a nuestra investigación. Los especialistas parecen estar bastante de acuerdo en que la arquitectura de las órdenes militares no presenta peculiaridades específicas significativas “ni en sus formas ni en sus repertorios ornamentales”. Quizás siempre hemos ido a la búsqueda de una excepcionalidad histórico-artística, al amparo del atractivo halo que las ha rodeado en los últimos tiempos. No ha sido nuestro caso. Nos propusimos indagar con otro objetivo: constatar qué huella arquitectónica queda hoy de dichas instituciones en Andalucía y su presente relevancia patrimonial, analizando su estado de conservación. Y esa huella hay que reconocer que nos ha sorprendido favorablemente, siendo mayor de la esperada, lo que, en algunos casos, nos ha permitido empezar a esbozar características comunes y diferenciales con la conservada en el resto de España, así como confirmar que son coincidencias más tipológicas y organizativas las que destacan, frente a las estilísticas o formales. Son rasgos por los que la arquitectura se muestra como una buena fuente para el conocimiento histórico de las zonas estudiadas. Sería interesante constatar, por tanto, en estudios posteriores, si dichas condiciones edilicias se repiten de forma similar en otros señoríos laicos y religiosos, sitos en zona de frontera, generalmente poco poblados y peligrosos.
Quizás la singularidad de las órdenes militares en la actual Andalucía, zona en gran medida fronteriza con Granada durante unos dos siglos y medio, esté en que ocuparon y organizaron no escasos territorios ejerciendo en ellos una amplia gama de competencias y derechos. Tuvieron que repoblar y estructurar una nueva sociedad sobre los restos de otra preexistente, muy potente, con la que las diferencias no eran pocas. Era partir casi de cero, en lugares muy despoblados, por lo que la arquitectura fue fundamental para la defensa, para la aglutinación social en sus más diversos aspectos, destacando el religioso, y para la administración económica. La fortificación o el castillo, la cerca o muralla, la iglesia, los molinos y hornos, o posteriormente las tercias y casas de encomiendas, las ermitas, los hospitales, los mesones…, adquirieron funciones y significados fundamentales: poder, persuasión, protección (humana y divina), posibilidad de producción y subsistencia, jerarquización social… Es decir, la aparición y consolidación de cierta arquitectura en los territorios reconquistados facilitó no sólo su ocupación permanente, sino también una relevante “semantización del espacio”, generando valores culturales de larga duración. Sólo así podemos explicar que aún hoy, tras muchos siglos, parte de sus huellas tardomedievales y renacentistas, y a veces más tardías aún (porque aquí su legado es más tardío que en otras partes del país), siguen ahí, con los edificios en pie o, a veces, con su recuerdo en el callejero y la toponimia, en las casas señoriales, en diversas cofradías y tradiciones, o en la organización urbana de muchas localidades y de porciones territoriales considerables. También hay que tener en mente que, en algunos lugares, las órdenes mantuvieron sus señoríos hasta el siglo XIX, lo que ha facilitado el mantenimiento e incluso la renovación de su arquitectura.
Podría parecer que si hasta ahora no se ha tratado el arte de las órdenes militares en Andalucía es porque no existe o tiene escasa presencia, dado el poco peso de dichas instituciones en nuestra comunidad, al menos en comparación con otras limítrofes como Extremadura, Castilla-La Mancha o Murcia. Los estudios de diversos medievalistas, como Miguel A. Ladero Quesada, Manuel González Jiménez, Pedro A. Porras Arboledas, Rafael G. Peinado Santaella, Cristina Segura Graíño, Emma Solano o Carlos de Ayala Martínez nos revelaron que no era del todo así. Las órdenes militares jugaron un relevante papel en la reconquista de Andalucía y obtuvieron considerables posesiones territoriales, aunque proporcionalmente no fueran tantas como en otros lugares. Según Antonio Collantes de Terán poseyeron 9.962,1 km² en tiempos de Sancho IV, un 61,8% de los señoríos y un 16,6% de la Andalucía de entonces, que quedaron reducidos en el siglo XVI a 5.285,3 km², cantidad tampoco desdeñable. A ello hay que añadir que, tras las enajenaciones acaecidas bajo los primeros Austrias, dichos territorios permanecieron en manos de estas órdenes prácticamente hasta finales del Antiguo Régimen. Otra cuestión es que Andalucía es muy grande y está dividida además en dos áreas, Oriental y Occidental, históricamente diferentes, hechos que parecían, en el terreno histórico-artístico, diluir el tema objeto de estudio en nuestro territorio.
La mayor parte de dichas posesiones se concentraron y consolidaron en las actuales provincias de Jaén y Sevilla, las que se priman en este estudio, y recayeron en las órdenes hispánicas fundamentalmente. La de Santiago estuvo a la cabeza, seguida de la de Calatrava, quedando los alcantarinos a bastante distancia, dado que además permutaron la mayor parte de sus posesiones andaluzas en el siglo XVI. En cuanto a la presencia internacional, destaca la orden de Malta o de San Juan de Jerusalén. Otras órdenes, como es bien sabido, tuvieron una presencia bastante efímera, como el Temple o Santa María de España, por lo que su huella artística no pudo arraigar. La relevancia de la arquitectura que nos legaron se corresponde con este mismo panorama histórico, planteado por Collantes de Terán.
Como ya se ha apuntado, la valoración de la aportación arquitectónica de las órdenes militares en Andalucía debe hacerse desde diversos condicionantes históricos que parten de la Edad Media: se trata de las últimas fronteras (en su sentido más territorial que lineal) de la reconquista, de la última vanguardia (que se suele nutrir de la retaguardia), con evidentes problemas de poblamiento (máxime en lugares frecuentemente apartados de relevantes centros urbanos), para lo que la arquitectura se constituye como un factor básico; y, además, en los siglos en los que el gótico (y el mudéjar) se desarrolla y alcanza su plenitud. De este panorama parte nuestra perspectiva analítica, para llegar hasta la contemporaneidad, al estado de conservación en que dicha arquitectura se encuentra y a juzgar su relevancia urbanística, muy presente aún en muchas localidades de nuestra comunidad.
En efecto, en nuestra investigación las búsquedas documentales han tenido un carácter claramente patrimonial, en el sentido de conocer qué queda de la arquitectura de las órdenes, cuál es su estado de conservación y qué intervenciones se han realizado en ella con la intención de conservarla, valorando qué se puede aprender de estas últimas. Para ello se han consultado centros dependientes del Ministerio de Cultura, como el Archivo General de la Administración y el Archivo General del Instituto del Patrimonio Cultural de España, además del Histórico Nacional en cuestiones puntuales. En el ámbito autonómico, competente desde hace ya unos cuantos lustros en estas cuestiones, hemos acudido al Archivo General de Andalucía, al Central de la Consejería de Cultura, a los de las correspondientes Delegaciones Provinciales, al Servicio de Conservación y Obras del Patrimonio Histórico de la Dirección General de Bienes Culturales de la misma Consejería, al Archivo de la Consejería de Obras Públicas y Transportes y a los Históricos Provinciales. Otros consultados han sido, con mayor y escaso éxito respectivamente, los de los colegios de arquitectos de Sevilla (Fundación FIDAS) y Jaén; o los de las correspondientes diócesis. Puntualmente se vierte documentación de otros centros (archivos municipales, provinciales, parroquiales, profesionales de arquitectos, ayuntamientos…). Cuando iniciamos este trabajo nos planteamos la evidente imposibilidad de consultar todos los archivos, así que se primaron los que oficialmente centralizan la documentación relativa a la restauración monumental, tratando de acotar un tema disperso y complicado. Con ello quiero dejar claro que aquí, lógicamente, no se recogen todas las intervenciones hechas en todos los edificios y que quedan huecos por rellenar que requerirían estudios monográficos muy específicos.
Como investigadores de base, consideramos importante hacer una llamada de atención sobre la situación en que hemos encontrado los archivos. En la inmensa mayoría de los públicos nos han atendido con una profesionalidad y generosidad digna de nuestra más sincera gratitud, sobre todo teniendo en cuenta los escasos medios con que cuentan muchos de ellos. Si bien es cierto que en este país se ha avanzado una mucho en la gestión de las bibliotecas públicas y universitarias, el camino andado por los archivos (y a pesar de brillantes iniciativas como PARES) no corre, en numerosos casos, en paralelo. Faltan medios personales y materiales que provocan problemas en las búsquedas documentales (bases de datos no muy actualizadas, documentación no catalogada…), en la reproducción de documentos y, en ocasiones, grandes retrasos en estas últimas. Por ello somos conscientes de que, aunque hemos encontrado incluso más documentación de la esperada (la riqueza patrimonial de nuestro país lo justifica), no hemos podido ver toda la que debe existir. A ello también contribuye la diversidad de promotores de restauraciones: ayuntamientos, delegaciones de cultura, ministerios varios, diputaciones, vecinos, organismos eclesiásticos… Así pues, reiteramos nuestro reconocimiento a tantos buenos archiveros, auténticos historiadores, que con su esfuerzo personal y absolutamente desinteresado nos han allanado el camino.
Pero las archivísticas no son las únicas dificultades que se nos han presentado al grupo de trabajo: podríamos mencionar desde la falta de información clara sobre la arquitectura de las órdenes hasta fechas bien tardías, hasta la dispersión de nuestro objeto de estudio. Sobre la primera cuestión quiero resaltar unas ideas señaladas hace ya un tiempo por Javier Castán Lanaspa: el “laconismo de las fuentes documentales iniciales”, la no siempre fácil interpretación de las conservadas y “la imposibilidad de establecer un catálogo fiable sobre el que cimentar estudios y extraer conclusiones”. El mismo autor apunta la duda que hemos tenido siempre presente sobre la auténtica responsabilidad de estas instituciones en la erección y el diseño de algunas construcciones que tradicionalmente vinculamos a las mismas. Sabemos que ello afecta incluso a los templos, si tenemos en consideración ejemplos como el de la potente orden de Santiago, que controlaba los trámites y proyectos para su construcción e inspeccionaba las edificaciones mediante los visitadores, pero en la que, como apunta Cristina Gutiérrez-Cortines Corral, el maestre o el Capítulo no participaban en la elección del tipo de edificio, ni controlaban la contratación de sus autores o las condiciones estéticas o formales que debían presentar. En definitiva los santiaguistas “se limitaron a controlar el fenómeno constructivo con el fin de conocer y programar el proceso de la edificación en sus territorios”. Ello no quiere decir que no se impusieran ciertas líneas sobre la calidad y decencia de los edificios que examinaban, teniendo además los visitadores (que eran acompañados a veces por canteros, en ocasiones relevantes, o albañiles) amplias potestades para promover obras, encargar trazas o contratar trabajos, aunque no siempre lo hacían, siendo más común que sólo intervinieran en la elección de los diseños en ocasiones excepcionales y que normalmente fuese el concejo el que contratara a los artistas y se encargara de casi todo lo referente a las obras. Todo lo dicho nos ha llevado a tomar algunas decisiones al respecto: seguir la línea de estudios previos basados fundamentalmente en los libros de visitas y atender a un criterio que podríamos denominar territorial, más que al de la promoción, en sentido estricto, de las obras. De ello también trae causa que algunos de los estudios que componen este libro se basen en fuentes que reconocemos tardías, pero que de alguna manera nos aseguran, más que otras, la consolidación de las órdenes sobre territorios y localidades específicas. En otros capítulos, ante la falta de informaciones precisas, se asume el riesgo de acudir a noticias más antiguas y/o menos explícitas, además de a investigaciones e hipótesis planteados por otros autores. Así, en general, se ha primado el estudio de los edificios vinculados claramente, o durante un periodo temporal significativo, a las órdenes militares. Pero cada investigador ha decidido con libertad el criterio empleado, también según el material arquitectónico y documental disponible. No hay otra manera de avanzar, por lo que asumimos la provisionalidad y diversidad del resultado.
También hemos sufrido carencias que compartimos con otros especialistas. Por ejemplo, y siguiendo a Vicente Salvatierra, que las fortalezas en estas tierras del Sur, “son producto de numerosas adaptaciones, cuya cronología apenas empieza a establecerse”. Si lo dicho se debe a un especialista de Andalucía Oriental, veamos lo que nos dice Alfonso Jiménez sobre la otra mitad de la región: “en Andalucía Occidental tenemos una etapa prolongadísima, como de mediados del siglo XI a fines del XV, durante la cual las fortificaciones parecen intemporales, de modo que encontramos en las publicaciones argumentaciones para fecharlas en cualquier momento”. Por ello, andamos, en muchos casos, por terrenos muy resbaladizos. Tampoco es fácil la datación de las parroquias que siguen en pie, edificaciones en general bastante bien conservadas por ser objeto de constantes obras de reparación, reforma, ampliación o adaptación a nuevos gustos y necesidades, que es frecuente que en muchos casos no estén documentadas, al menos de momento.
Así que lo primero que tuvimos que hacer, como ha sido apuntado, fue acudir a los textos de los medievalistas que habían investigado sobre la presencia de las órdenes en Andalucía para concretar un mapa de localidades a estudiar. Después, hubo que recopilar la dispersísima bibliografía existente sobre las mismas, abarcando desde estudios arqueológicos hasta histórico-artísticos, además de los disponibles sobre las órdenes militares. En todos ellos se han apoyado los diversos estudios. En paralelo, se visitaron todas las localidades para verificar in situ la pervivencia de las edificaciones y su estado de conservación. Se hizo la ya aludida labor de archivo. Y finalmente se repartieron, en vista del material existente y los intereses de cada autor, los temas específicos a desarrollar, centrándonos en las provincias mencionadas por la ya aludida dispersión territorial y por su relevancia para el tema objeto de estudio. A partir de ahí, el planteamiento y la redacción de los diferentes capítulos responde a los criterios específicos aplicados libremente por cada investigador, siendo cada uno de ellos responsabilidad específica de sus autores. Esta última opción creemos que enriquece el resultado, teniendo presente que hemos planteado el estudio conjunto de la arquitectura de las diversas órdenes, tanto nacionales, como foráneas.
En lo referente al resultado, los castillos y la arquitectura fortificada quizás resulten lo más llamativo. Su estado de conservación es diverso, pero abundan los que están en ruinas, abandonados, lo que realmente provoca desazón, ante la dificultad para vislumbrar soluciones que lo remedien. También es cierto que hemos localizado bastantes proyectos para su restauración fechados a partir de los años sesenta (en los que se aplican criterios que van desde el historicismo hasta la posmodernidad), lo que abre ciertas puertas a la esperanza. Dichas edificaciones se encuentran, por tanto, en una situación similar al del resto de las fortificaciones españolas.
Las iglesias parroquiales ocupan el segundo lugar. Entre las conservadas, mayoritariamente santiaguistas, tendríamos que distinguir entre las que siguen con su función original (las giennenses mayoritariamente) y las que, por innecesarias, han pasado a tener nuevos usos (algo que posiblemente siga ocurriendo en adelante), y han sido reconvertidas como sedes de actividades culturales (Santa María de Estepa o Santa Ana de Guadalcanal, Sevilla) o incluso comerciales (San Sebastián, también en Guadalcanal).
En cuanto a los demás tipos estudiados, hemos de confirmar que han perdurado, aunque en muchas ocasiones muy transformadas e incluso reconstruidas, algunas ermitas, siendo muy escasos los molinos, los restos de hospitales, las casas de encomiendas, las tercias o las casas de bastimento. Sin embargo, en el caso de los edificios de almacenaje, hay ejemplos de singular interés, pues se trata de los más antiguos hasta ahora catalogados en Andalucía.
Dentro del marco de este proyecto, se han organizado conferencias y reuniones del equipo que han servido tanto para divulgar el tema, como para debatir con renombrados especialistas, aclarando, gracias a su ayuda y presencia, conceptos y dudas que se iban planteando los componentes del grupo. Carlos de Ayala Martínez, Salvador Andrés Ordax, Pilar Mogollón Cano-Cortés y Miguel Cortés Arrese nos han enriquecido con sus conocimientos y comentarios, por lo que quiero, en nombre de todos los miembros de este proyecto de investigación, darles las gracias una vez más. Los estudios introductorios de este libro son fruto de dichas charlas y encuentros.
También tenemos que dar las gracias, además de a los ya mencionados archiveros, a numerosísimas personas. Para empezar, a tantos alcaldes, párrocos, concejales, arquitectos y técnicos municipales, estudiosos locales, bibliotecarios y responsables de fundaciones que nos han atendido en las localidades visitadas. Sin su generosidad y atención hubiera sido imposible realizar este trabajo. También a los arquitectos autores de proyectos de restauración, con muchos de los que hemos contactado y que nos han facilitado incluso documentación. Además de los archivos, nos ha sido muy útil la Fototeca del Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla, cuyos fondos también ilustran esta publicación.
Para finalizar, quiero dejar constancia del apoyo recibido de la Universidad de Huelva, tanto en la gestión del proyecto, como en la publicación de este libro. Su Oficina de Gestión de la Investigación cuenta con un personal tan eficaz como cordial. Nuestro Servicio de Publicaciones es impecable y su director, Dimas Borrego Paín, un magnífico editor que muestra singular maestría en cada publicación que emprende.
Partir con cierto retraso con respecto a las indagaciones que sobre el tema se han realizado en otros lugares de nuestro país ha condicionado, sin duda, el enfoque dado a nuestra investigación. Los especialistas parecen estar bastante de acuerdo en que la arquitectura de las órdenes militares no presenta peculiaridades específicas significativas “ni en sus formas ni en sus repertorios ornamentales”. Quizás siempre hemos ido a la búsqueda de una excepcionalidad histórico-artística, al amparo del atractivo halo que las ha rodeado en los últimos tiempos. No ha sido nuestro caso. Nos propusimos indagar con otro objetivo: constatar qué huella arquitectónica queda hoy de dichas instituciones en Andalucía y su presente relevancia patrimonial, analizando su estado de conservación. Y esa huella hay que reconocer que nos ha sorprendido favorablemente, siendo mayor de la esperada, lo que, en algunos casos, nos ha permitido empezar a esbozar características comunes y diferenciales con la conservada en el resto de España, así como confirmar que son coincidencias más tipológicas y organizativas las que destacan, frente a las estilísticas o formales. Son rasgos por los que la arquitectura se muestra como una buena fuente para el conocimiento histórico de las zonas estudiadas. Sería interesante constatar, por tanto, en estudios posteriores, si dichas condiciones edilicias se repiten de forma similar en otros señoríos laicos y religiosos, sitos en zona de frontera, generalmente poco poblados y peligrosos.
Quizás la singularidad de las órdenes militares en la actual Andalucía, zona en gran medida fronteriza con Granada durante unos dos siglos y medio, esté en que ocuparon y organizaron no escasos territorios ejerciendo en ellos una amplia gama de competencias y derechos. Tuvieron que repoblar y estructurar una nueva sociedad sobre los restos de otra preexistente, muy potente, con la que las diferencias no eran pocas. Era partir casi de cero, en lugares muy despoblados, por lo que la arquitectura fue fundamental para la defensa, para la aglutinación social en sus más diversos aspectos, destacando el religioso, y para la administración económica. La fortificación o el castillo, la cerca o muralla, la iglesia, los molinos y hornos, o posteriormente las tercias y casas de encomiendas, las ermitas, los hospitales, los mesones…, adquirieron funciones y significados fundamentales: poder, persuasión, protección (humana y divina), posibilidad de producción y subsistencia, jerarquización social… Es decir, la aparición y consolidación de cierta arquitectura en los territorios reconquistados facilitó no sólo su ocupación permanente, sino también una relevante “semantización del espacio”, generando valores culturales de larga duración. Sólo así podemos explicar que aún hoy, tras muchos siglos, parte de sus huellas tardomedievales y renacentistas, y a veces más tardías aún (porque aquí su legado es más tardío que en otras partes del país), siguen ahí, con los edificios en pie o, a veces, con su recuerdo en el callejero y la toponimia, en las casas señoriales, en diversas cofradías y tradiciones, o en la organización urbana de muchas localidades y de porciones territoriales considerables. También hay que tener en mente que, en algunos lugares, las órdenes mantuvieron sus señoríos hasta el siglo XIX, lo que ha facilitado el mantenimiento e incluso la renovación de su arquitectura.
Podría parecer que si hasta ahora no se ha tratado el arte de las órdenes militares en Andalucía es porque no existe o tiene escasa presencia, dado el poco peso de dichas instituciones en nuestra comunidad, al menos en comparación con otras limítrofes como Extremadura, Castilla-La Mancha o Murcia. Los estudios de diversos medievalistas, como Miguel A. Ladero Quesada, Manuel González Jiménez, Pedro A. Porras Arboledas, Rafael G. Peinado Santaella, Cristina Segura Graíño, Emma Solano o Carlos de Ayala Martínez nos revelaron que no era del todo así. Las órdenes militares jugaron un relevante papel en la reconquista de Andalucía y obtuvieron considerables posesiones territoriales, aunque proporcionalmente no fueran tantas como en otros lugares. Según Antonio Collantes de Terán poseyeron 9.962,1 km² en tiempos de Sancho IV, un 61,8% de los señoríos y un 16,6% de la Andalucía de entonces, que quedaron reducidos en el siglo XVI a 5.285,3 km², cantidad tampoco desdeñable. A ello hay que añadir que, tras las enajenaciones acaecidas bajo los primeros Austrias, dichos territorios permanecieron en manos de estas órdenes prácticamente hasta finales del Antiguo Régimen. Otra cuestión es que Andalucía es muy grande y está dividida además en dos áreas, Oriental y Occidental, históricamente diferentes, hechos que parecían, en el terreno histórico-artístico, diluir el tema objeto de estudio en nuestro territorio.
La mayor parte de dichas posesiones se concentraron y consolidaron en las actuales provincias de Jaén y Sevilla, las que se priman en este estudio, y recayeron en las órdenes hispánicas fundamentalmente. La de Santiago estuvo a la cabeza, seguida de la de Calatrava, quedando los alcantarinos a bastante distancia, dado que además permutaron la mayor parte de sus posesiones andaluzas en el siglo XVI. En cuanto a la presencia internacional, destaca la orden de Malta o de San Juan de Jerusalén. Otras órdenes, como es bien sabido, tuvieron una presencia bastante efímera, como el Temple o Santa María de España, por lo que su huella artística no pudo arraigar. La relevancia de la arquitectura que nos legaron se corresponde con este mismo panorama histórico, planteado por Collantes de Terán.
Como ya se ha apuntado, la valoración de la aportación arquitectónica de las órdenes militares en Andalucía debe hacerse desde diversos condicionantes históricos que parten de la Edad Media: se trata de las últimas fronteras (en su sentido más territorial que lineal) de la reconquista, de la última vanguardia (que se suele nutrir de la retaguardia), con evidentes problemas de poblamiento (máxime en lugares frecuentemente apartados de relevantes centros urbanos), para lo que la arquitectura se constituye como un factor básico; y, además, en los siglos en los que el gótico (y el mudéjar) se desarrolla y alcanza su plenitud. De este panorama parte nuestra perspectiva analítica, para llegar hasta la contemporaneidad, al estado de conservación en que dicha arquitectura se encuentra y a juzgar su relevancia urbanística, muy presente aún en muchas localidades de nuestra comunidad.
En efecto, en nuestra investigación las búsquedas documentales han tenido un carácter claramente patrimonial, en el sentido de conocer qué queda de la arquitectura de las órdenes, cuál es su estado de conservación y qué intervenciones se han realizado en ella con la intención de conservarla, valorando qué se puede aprender de estas últimas. Para ello se han consultado centros dependientes del Ministerio de Cultura, como el Archivo General de la Administración y el Archivo General del Instituto del Patrimonio Cultural de España, además del Histórico Nacional en cuestiones puntuales. En el ámbito autonómico, competente desde hace ya unos cuantos lustros en estas cuestiones, hemos acudido al Archivo General de Andalucía, al Central de la Consejería de Cultura, a los de las correspondientes Delegaciones Provinciales, al Servicio de Conservación y Obras del Patrimonio Histórico de la Dirección General de Bienes Culturales de la misma Consejería, al Archivo de la Consejería de Obras Públicas y Transportes y a los Históricos Provinciales. Otros consultados han sido, con mayor y escaso éxito respectivamente, los de los colegios de arquitectos de Sevilla (Fundación FIDAS) y Jaén; o los de las correspondientes diócesis. Puntualmente se vierte documentación de otros centros (archivos municipales, provinciales, parroquiales, profesionales de arquitectos, ayuntamientos…). Cuando iniciamos este trabajo nos planteamos la evidente imposibilidad de consultar todos los archivos, así que se primaron los que oficialmente centralizan la documentación relativa a la restauración monumental, tratando de acotar un tema disperso y complicado. Con ello quiero dejar claro que aquí, lógicamente, no se recogen todas las intervenciones hechas en todos los edificios y que quedan huecos por rellenar que requerirían estudios monográficos muy específicos.
Como investigadores de base, consideramos importante hacer una llamada de atención sobre la situación en que hemos encontrado los archivos. En la inmensa mayoría de los públicos nos han atendido con una profesionalidad y generosidad digna de nuestra más sincera gratitud, sobre todo teniendo en cuenta los escasos medios con que cuentan muchos de ellos. Si bien es cierto que en este país se ha avanzado una mucho en la gestión de las bibliotecas públicas y universitarias, el camino andado por los archivos (y a pesar de brillantes iniciativas como PARES) no corre, en numerosos casos, en paralelo. Faltan medios personales y materiales que provocan problemas en las búsquedas documentales (bases de datos no muy actualizadas, documentación no catalogada…), en la reproducción de documentos y, en ocasiones, grandes retrasos en estas últimas. Por ello somos conscientes de que, aunque hemos encontrado incluso más documentación de la esperada (la riqueza patrimonial de nuestro país lo justifica), no hemos podido ver toda la que debe existir. A ello también contribuye la diversidad de promotores de restauraciones: ayuntamientos, delegaciones de cultura, ministerios varios, diputaciones, vecinos, organismos eclesiásticos… Así pues, reiteramos nuestro reconocimiento a tantos buenos archiveros, auténticos historiadores, que con su esfuerzo personal y absolutamente desinteresado nos han allanado el camino.
Pero las archivísticas no son las únicas dificultades que se nos han presentado al grupo de trabajo: podríamos mencionar desde la falta de información clara sobre la arquitectura de las órdenes hasta fechas bien tardías, hasta la dispersión de nuestro objeto de estudio. Sobre la primera cuestión quiero resaltar unas ideas señaladas hace ya un tiempo por Javier Castán Lanaspa: el “laconismo de las fuentes documentales iniciales”, la no siempre fácil interpretación de las conservadas y “la imposibilidad de establecer un catálogo fiable sobre el que cimentar estudios y extraer conclusiones”. El mismo autor apunta la duda que hemos tenido siempre presente sobre la auténtica responsabilidad de estas instituciones en la erección y el diseño de algunas construcciones que tradicionalmente vinculamos a las mismas. Sabemos que ello afecta incluso a los templos, si tenemos en consideración ejemplos como el de la potente orden de Santiago, que controlaba los trámites y proyectos para su construcción e inspeccionaba las edificaciones mediante los visitadores, pero en la que, como apunta Cristina Gutiérrez-Cortines Corral, el maestre o el Capítulo no participaban en la elección del tipo de edificio, ni controlaban la contratación de sus autores o las condiciones estéticas o formales que debían presentar. En definitiva los santiaguistas “se limitaron a controlar el fenómeno constructivo con el fin de conocer y programar el proceso de la edificación en sus territorios”. Ello no quiere decir que no se impusieran ciertas líneas sobre la calidad y decencia de los edificios que examinaban, teniendo además los visitadores (que eran acompañados a veces por canteros, en ocasiones relevantes, o albañiles) amplias potestades para promover obras, encargar trazas o contratar trabajos, aunque no siempre lo hacían, siendo más común que sólo intervinieran en la elección de los diseños en ocasiones excepcionales y que normalmente fuese el concejo el que contratara a los artistas y se encargara de casi todo lo referente a las obras. Todo lo dicho nos ha llevado a tomar algunas decisiones al respecto: seguir la línea de estudios previos basados fundamentalmente en los libros de visitas y atender a un criterio que podríamos denominar territorial, más que al de la promoción, en sentido estricto, de las obras. De ello también trae causa que algunos de los estudios que componen este libro se basen en fuentes que reconocemos tardías, pero que de alguna manera nos aseguran, más que otras, la consolidación de las órdenes sobre territorios y localidades específicas. En otros capítulos, ante la falta de informaciones precisas, se asume el riesgo de acudir a noticias más antiguas y/o menos explícitas, además de a investigaciones e hipótesis planteados por otros autores. Así, en general, se ha primado el estudio de los edificios vinculados claramente, o durante un periodo temporal significativo, a las órdenes militares. Pero cada investigador ha decidido con libertad el criterio empleado, también según el material arquitectónico y documental disponible. No hay otra manera de avanzar, por lo que asumimos la provisionalidad y diversidad del resultado.
También hemos sufrido carencias que compartimos con otros especialistas. Por ejemplo, y siguiendo a Vicente Salvatierra, que las fortalezas en estas tierras del Sur, “son producto de numerosas adaptaciones, cuya cronología apenas empieza a establecerse”. Si lo dicho se debe a un especialista de Andalucía Oriental, veamos lo que nos dice Alfonso Jiménez sobre la otra mitad de la región: “en Andalucía Occidental tenemos una etapa prolongadísima, como de mediados del siglo XI a fines del XV, durante la cual las fortificaciones parecen intemporales, de modo que encontramos en las publicaciones argumentaciones para fecharlas en cualquier momento”. Por ello, andamos, en muchos casos, por terrenos muy resbaladizos. Tampoco es fácil la datación de las parroquias que siguen en pie, edificaciones en general bastante bien conservadas por ser objeto de constantes obras de reparación, reforma, ampliación o adaptación a nuevos gustos y necesidades, que es frecuente que en muchos casos no estén documentadas, al menos de momento.
Así que lo primero que tuvimos que hacer, como ha sido apuntado, fue acudir a los textos de los medievalistas que habían investigado sobre la presencia de las órdenes en Andalucía para concretar un mapa de localidades a estudiar. Después, hubo que recopilar la dispersísima bibliografía existente sobre las mismas, abarcando desde estudios arqueológicos hasta histórico-artísticos, además de los disponibles sobre las órdenes militares. En todos ellos se han apoyado los diversos estudios. En paralelo, se visitaron todas las localidades para verificar in situ la pervivencia de las edificaciones y su estado de conservación. Se hizo la ya aludida labor de archivo. Y finalmente se repartieron, en vista del material existente y los intereses de cada autor, los temas específicos a desarrollar, centrándonos en las provincias mencionadas por la ya aludida dispersión territorial y por su relevancia para el tema objeto de estudio. A partir de ahí, el planteamiento y la redacción de los diferentes capítulos responde a los criterios específicos aplicados libremente por cada investigador, siendo cada uno de ellos responsabilidad específica de sus autores. Esta última opción creemos que enriquece el resultado, teniendo presente que hemos planteado el estudio conjunto de la arquitectura de las diversas órdenes, tanto nacionales, como foráneas.
En lo referente al resultado, los castillos y la arquitectura fortificada quizás resulten lo más llamativo. Su estado de conservación es diverso, pero abundan los que están en ruinas, abandonados, lo que realmente provoca desazón, ante la dificultad para vislumbrar soluciones que lo remedien. También es cierto que hemos localizado bastantes proyectos para su restauración fechados a partir de los años sesenta (en los que se aplican criterios que van desde el historicismo hasta la posmodernidad), lo que abre ciertas puertas a la esperanza. Dichas edificaciones se encuentran, por tanto, en una situación similar al del resto de las fortificaciones españolas.
Las iglesias parroquiales ocupan el segundo lugar. Entre las conservadas, mayoritariamente santiaguistas, tendríamos que distinguir entre las que siguen con su función original (las giennenses mayoritariamente) y las que, por innecesarias, han pasado a tener nuevos usos (algo que posiblemente siga ocurriendo en adelante), y han sido reconvertidas como sedes de actividades culturales (Santa María de Estepa o Santa Ana de Guadalcanal, Sevilla) o incluso comerciales (San Sebastián, también en Guadalcanal).
En cuanto a los demás tipos estudiados, hemos de confirmar que han perdurado, aunque en muchas ocasiones muy transformadas e incluso reconstruidas, algunas ermitas, siendo muy escasos los molinos, los restos de hospitales, las casas de encomiendas, las tercias o las casas de bastimento. Sin embargo, en el caso de los edificios de almacenaje, hay ejemplos de singular interés, pues se trata de los más antiguos hasta ahora catalogados en Andalucía.
Dentro del marco de este proyecto, se han organizado conferencias y reuniones del equipo que han servido tanto para divulgar el tema, como para debatir con renombrados especialistas, aclarando, gracias a su ayuda y presencia, conceptos y dudas que se iban planteando los componentes del grupo. Carlos de Ayala Martínez, Salvador Andrés Ordax, Pilar Mogollón Cano-Cortés y Miguel Cortés Arrese nos han enriquecido con sus conocimientos y comentarios, por lo que quiero, en nombre de todos los miembros de este proyecto de investigación, darles las gracias una vez más. Los estudios introductorios de este libro son fruto de dichas charlas y encuentros.
También tenemos que dar las gracias, además de a los ya mencionados archiveros, a numerosísimas personas. Para empezar, a tantos alcaldes, párrocos, concejales, arquitectos y técnicos municipales, estudiosos locales, bibliotecarios y responsables de fundaciones que nos han atendido en las localidades visitadas. Sin su generosidad y atención hubiera sido imposible realizar este trabajo. También a los arquitectos autores de proyectos de restauración, con muchos de los que hemos contactado y que nos han facilitado incluso documentación. Además de los archivos, nos ha sido muy útil la Fototeca del Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla, cuyos fondos también ilustran esta publicación.
Para finalizar, quiero dejar constancia del apoyo recibido de la Universidad de Huelva, tanto en la gestión del proyecto, como en la publicación de este libro. Su Oficina de Gestión de la Investigación cuenta con un personal tan eficaz como cordial. Nuestro Servicio de Publicaciones es impecable y su director, Dimas Borrego Paín, un magnífico editor que muestra singular maestría en cada publicación que emprende.
📎 DOCUMENTACIÓN
Arquitectura militar
Vicente Quiroga | Huelva Información, 2012-08-09
http://www.huelvainformacion.es/article/opinion/1326348/arquitectura/militar.html
La UHU edita un libro sobre las órdenes militares en Andalucía
La obra, de María del Valle Gómez, está acompañada de imágenes que ilustran los castillos andaluces y extremeños
S. C. | Huelva Información, 2012-03-08
http://www.huelvainformacion.es/article/ocio/1203250/la/uhu/edita/libro/sobre/las/ordenes/militares/andalucia.html