La Librería, Madrid : 2016.
250 p. : il.
ISBN 9788498733259
Arquitectura -- Siglo XX -- Madrid (Comunidad Autónoma)
Madrid.
Sbc Aprendizaje A-72.036(460.27) CON
http://millennium.ehu.es/record=b1851188~S1*spi
En este libro se proponen al lector siete itinerarios para explorar y conocer de primera mano la arquitectura del Madrid de la posguerra, un estilo con unas trazas muy definidas y que todavía se pueden observar en muchos puntos de la capital. Construyendo Imperio es una guía dinámica que nos permitirá conocer la historia de todos estos edificios, junto a sus elementos más curiosos y anecdóticos. En estas páginas están las claves para mirar, con otros ojos, muchas de las construcciones que, aún hoy, habitan en las calles de Madrid.
La huella del fascismo patrio en la arquitectura de Madrid.
La obra 'Construyendo Imperio', de David Pallol, propone hasta siete rutas turísticas para conocer los principales edificios construidos durante los primeros años de dictadura franquista y la ideología que encierran.
Público, 2017-01-13
http://www.publico.es/politica/huella-del-fascismo-patrio-arquitectura.html
La obra 'Construyendo Imperio', de David Pallol, propone hasta siete rutas turísticas para conocer los principales edificios construidos durante los primeros años de dictadura franquista y la ideología que encierran.
Público, 2017-01-13
http://www.publico.es/politica/huella-del-fascismo-patrio-arquitectura.html
La victoria de Franco en la Guerra Civil significó la victoria de la España eterna. La inmortal. Esa España que nace con los Reyes Católicos para convertirse en el Imperio en el que nunca se pone el Sol. El liberalismo y la democracia, cánceres que habían hecho enfermar a la patria según el ‘Catequismo Patriótico’, ya habían sido extirpados a sangre y fuego. Con la victoria en la mano, los delirios de grandeza de la nueva España franquista debían plasmarse también en las ciudades, en los edificios, en las calles y, sobre todo, en Madrid, alma de la España inmortal que había sido secuestrada por la Anti-España, esa amalgama de rojos en diferentes tonalidades que habían conseguido resistir contra las bombas franquistas durante casi tres años.
Los valores de la España eterna, por tanto, debían quedar inmortalizados. Símbolo de la victoria contra las hordas rojas del comunismo internacional. Y nada mejor que la arquitectura y la piedra para cumplir semejante objetivo. A finales de junio de 1939, se celebraba en Madrid la ‘I Asamblea de Arquitectos’ y en septiembre de ese primer año de la Victoria se creaba la Dirección General de Arquitectura, con el falangista Pedro Muguruza al frente. La arquitectura era un vehículo privilegiado para plasmar la ideología y los valores del nuevo régimen y debía demostrar la gloria y la fuerza de los vencedores.
La huella del fascismo patrio en el Madrid actual es recogida y analizada por el historiador David Pallol en la obra 'Construyendo Imperio. Guía de la arquitectura franquista en el Madrid de la posguerra' (Ediciones La librería): "En la arquitectura se pasó de la evolución a la involución. Las líneas racionalistas de la II República fueron reemplazadas en la posguerra por un lenguaje arquitectónico rancio, apolillado, caduco. (...) Algunas de sus obras más representativas fueron, desde un principio, cadáveres exquisitos", escribe Pallol, que señala que la arquitectura fascista de posguerra no fue un estilo unitario sino más bien ecléctico, dentro de su anticuado tono general.
"El estilo preferido era el herreriano, expresión grandiosa pero austera del alma inmortal española. También estaban el neoclásico o villanoviano y el neobarroco. Algunas construcciones, como la Casa Sindical o el Arco de la Victoria, se asemejaron más a los modelo nazi y fascista italiano", prosigue Pallol. Así, con la victoria franquista los arquitectos afectos al régimen fueron los primeros en ofrecerse para construir nación a través de la arquitectura. Uno de ellos fue el ya afamado arquitecto Gutiérrez Soto.
"En opinión de Gutiérrez Soto, los arquitectos dejaban de ser profesionales liberales. La frivolidad en la creación era un pecado contra dios y contra la patria. En la nueva España ya no había espacio para el gusto personal. Las formas arquitectónicas debían derivar de las políticas. Y ser convenientemente utilizadas para transmitir la idea de una España pura y eterna", reflexiona el autor de la obra, creador también de la aplicación 'La Batalla de Madrid'.
El ladrillo es la plebe y la pizarra representa lo ario
La nueva arquitectura del régimen debía desarrollarse sobre tres materiales básicos. A saber: piedra, pizarra y ladrillo. Tiene una explicación. Al menos para los arquitectos franquistas de la época. La ofrece el falangista Ernesto Giménez Caballero, quien en 1944 señala que el ladrillo debía aparecer "sometido", ya que representaba al pueblo llano, díscolo por naturaleza. Debía encuadrarse ante los que mandan y, por supuesto, someterse ante ellos. De esta manera, los ladrillos debían quedar sometidos por la pizarra, que mostraba las raíces germánicas del pueblo español y la piedra, que era la portadora del estilo romano, elemento matriz de la España eterna.
"De ahí que la piedra, necesariamente, hubiera de contener y enmarcar al ladrillo. Esa y no otra era su función simbólica: encuadramiento, jerarquización, ennoblecimiento, falangización de la masa roja ladrillar", escribe Pallol, que señala que la pizarra, el elemento germánico y ario en palabras de Ernesto Giménez, se reservaba para coronar las construcciones recuperando para ello los chapiteles austriacos".
Los ejemplos del uso ideológico de ladrillos, pizarra y piedra son más que abundantes en Madrid. Quizá los edificios más emblemáticos de este nuevo estilo sean el edificio del Colegio Mayor de la Universidad San Pablo CEU, situada en la calle Isaac Peral, 58; el antiguo Ministerio del Aire; el actual edificio de la Agencia Española de Cooperación Internacional (antiguo Instituto de la Cultura Hispánica); y el Museo de América.
El historiador Pallol analiza especialmente el caso del Colegio Mayor del CEU. "Es otro de esos edificios de la época entre Herrera y Villanueva: lo mismo usa pináculos y tejados de pizarra que un pórtico de columnas toscanas rematado por un frontón. En el uso de materiales se atiene al manual: granito para el basamento, ladrillo visto para los muros y lajas de pizarra para las cubiertas. Completa el repertorio un gran chapitel sobre la capilla, visible desde la distancia".
La plaza de Moncloa o de los Mártires
La plaza de la Moncloa es, según define Pallol, el recinto "neoherreriano más completo e imponente de Madrid". La dictadura quiso que la plaza de Moncloa fuera un acceso imperial a la ciudad flanqueada de edificios simbólicos: el Arco de la Moncloa, el Monumento a los Caídos y el mismo Ministerio del Aire: "Formaban parte de un eje triunfal que arrancaba en ella y terminaba a kilómetros de allí, en El Escorial. En época del Imperio Romano, todos los caminos llevaban a Roma. En la época de Franco, conducían invariablemente a El Escorial". La nueva plaza pasó a llamarse plaza de los Mártires de Madrid.
La actual sede de la Junta Municipal del distrito Moncloa-Aravaca fue concebida como Monumento a los caídos y su arquitecto fue Manuel Herrero Palacios, ganador del concurso público que convocó en 1950 el Ayuntamiento de Madrid. Según las bases del mismo, el edificio debía ser sobrio para no quitar protagonismo al Arco de la Victoria, situado justo enfrente y cubrir las viviendas de la calle Isaac Peral, que no eran dignas de la monumentalidad que se quería dar a la plaza. "El conjunto muestra su adhesión inquebrantable a los materiales de rigor: techos de pizarra, paños de ladrillo y zócalo, esquinas y recercados de granito", escribe el autor de la obra.
No obstante, el gran protagonista de la plaza es el antiguo Ministerio del Aire, actual cuartel general de la aviación militar. El edificio, obra de Luis Gutiérrez Soto, es el que sienta las bases para el uso de materiales que se ha señalado anteriormente. "Él mismo declararía que con este proyecto quiso contribuir al logro de una arquitectura 'genuinamente nacional'", explica Pallol, que recuerda que Gutiérrez Soto presentó dos proyectos tras sendas visitas a Roma y a Berlín en pleno apogeo del fascismo. Una propuesta estaba inspirada en la arquitectura nazi del momento y la segunda propuesta transplantaba una réplica del monasterio del Escorial. "El Ministerio del Aire fue la primera y más monumental obra de una arquitectura fascista netamente española", añade el autor.
Frente al antiguo Ministerio se encuentran los arcos de la Moncloa, una doble arcada que comunica la plaza con las calles Isaac Peral y Fernando el Católico. El objetivo principal era servir de digno telón de fondo al ministerio, tapando el resto de construcciones.
El tercer gran edificio de este complejo es el Arco de la Victoria, un monumento de casi 40 metros de altura que ensalza el triunfo bélico de Franco: "Es un monumento ambivalente, porque si bien se le puede despreciar desde las ideas, es imposible hacerlo artísticamente: despojado de sus turbias connotaciones, queda como una obra de un clasicismo impecable, esbelto de proporciones y con un conjunto de esculturas de muy fina factura".
De paseo a la Gran Vía: el edificio España, símbolo de la autarquía
La reconstrucción de la Gran Vía fue una de las obsesiones del régimen. Ernesto Giménez Caballero en el ensayo ‘La arquitectura y Madrid’ (1944) describió de la siguiente manera la emblemática Gran Vía: "En Madrid, el reino del cemento es la Gran Vía. Y el cemento es atroz. Huele a socializar, a planes quinquenales, a novela bolchevique, a película yanqui, a mujer libre, a miseria organizada, a disolución de la familia, a funcionarios numerados. Si hay un material hostil para colgar un crucifijo, es el cemento".
Así, 'españolizar' la Gran Vía y las calles adyacentes fue una de las tareas que emprendió el régimen. El gran ejemplo se encuentra en la plaza de España con el Edificio España, una de las construcciones más emblemáticas de Madrid. Construido en plena etapa autárquica del régimen de Franco fue utilizado por la dictadura como muestra del progreso y el bienestar que vivían en la capital de España. Las obras comenzaron en 1948 y fue inaugurado el 4 de octubre de 1953. Corrió a cargo de los hermanos Otamendi, que contaron con la financiación del Banco de Vizcaya. "El Edificio España, con su gigantismo en época de vacas flacas y su lenguaje nacionalista, fue el mayor alarde del país en plena autarquía", dice Pallol.
La línea estilística inaugurada por el Edificio España es continuada por edificios como la sede social de la compañía de seguros Ocaso, que se encuentra en la calle 21 de la calle Princesa. La Gran Vía continuó su renovación con nuevos edificios como el Intercontinental, situado en la esquina de la calle Reyes con Gran Vía; el antiguo Edificio y Cine Pompeya y el Teatro Compac Gran Vía. Por último, cabe destacar el Edificio Los Sótanos o Lope de Vega, situado también en Gran Vía. Construido entre 1945 y 1949, el edificio se adscribe a la arquitectura oficial de posguerra en el uso de materiales: "ladrillo visto y piedra con detalles decorativos herrerianos como los óculos y los pináculos".
Paseo de la Castellana y Paseo del Prado
El eje Castellana-Prado fue el elegido por Francisco Franco para celebrar el desfile de la Victoria en la Guerra Civil. Por la Castellana desfilaron las tropas victoriosas del régimen ante miles de personas que vitoreaban el nombre del dictador. Y también este eje vio cómo nacieron nuevos edificios que simbolizaban los valores de la nueva España.
En el número 20 del Paseo del Prado se levantó la Casa sindical o de los Sindicatos, que actualmente es el Ministerio de Sanidad. El edificio fue construido por el falangista Francisco de Asís Cabrero Torres-Quevedo, que adoptó un estilo más moderno y más relacionado con la arquitectura que había fuera de España. "La Casa Sindical es muy importante por lo que supone de ruptura. Es el primer edificio oficial que vuelve a asimilar el racionalismo, aunque sea a través de la arquitectura fascista italiana", escribe Pallol.
En el mismo Paseo del Prado, en los números 6 y 56 se encuentran respectivamente la antigua sede de Campsa, actual Dirección General del Tesoro, y la antigua sede del Instituto Nacional de Previsión, actual Agencia de Seguridad Alimentaria. Ambos edificios siguen el uso de materiales ortodoxos: muros de ladrillo enmarcados en piedra.
Pero si hay un símbolo que brilla por encima del resto en el mencionado eje se trata de los Nuevos Ministerios. Las obras comenzaron en 1933 durante la II República y se paralizaron durante la Guerra Civil. Finalmente, la primera fase se inauguraría en 1958. El diseño del bloque en L se debe al arquitecto de ideas republicanas Secundino Zuazo. "Lo irónico es que con este edificio Zuazo ayudó a crear el patrón para la arquitectura estatal de posguerra. Quién le iba a decir a él, urbanista comprometido con la República, que con este edificio ciclópeo y severo con reminiscencias de patio herreriano iba a inspirar también el modelo arquitectónico del primer franquismo", reflexiona el autor.
En el Paseo de la Castellana se encuentra el estadio de fútbol del Real Madrid, el Santiago Bernabéu, antiguo estadio de Chamartín. "Fue la construcción de mayores dimensiones de la España de los 40, absorbiendo todo el hierro disponible en el mercado nacional". El estadio fue la sede habitual de las llamadas Demostraciones Sindicales que se celebraban cada Primero de Mayo y que se vendían como "el homenaje que le rendía a Franco la España laboral".
El Paseo más "chic"
El barrio de Argüelles abunda en construcciones o reconstrucciones de posguerra, ya que fue casi arrasado por los bombardeos franquistas. Manzanas enteras fueron destruidas y multitud de edificios seriamente dañados. La reconstrucción del barrio implicó la reconstrucción del Paseo de Rosales, que quedó devastado. "El Paseo se irá conformando con una serie de edificios residenciales de alto standing que se apuntan entusiasmados a la moda del cóctel de ladrillo y piedra y el tejado de pizarra. El Paseo de Rosales se convierte así en el digno friso residencial de la fachada imperial al Manzanares. Era su tramo más chic y exclusivo, no asequible a cualquiera. Sus pisos, de hecho, eran de los más caros de Madrid en la posguerra", apunta el autor del libro.
Pallol señala que el paradigma de los nuevos edificios del Paseo Rosales es el que se levanta en la esquina con el Paseo de Moret, una torre visible desde la distancia que marca el encuentro entre las dos calles. "Hay muchos edificios que son buenos ejemplos de la arquitectura residencial franquista de los años 40. Comparten característica de diseño: tejados de pizarra, fachadas de ladrillo con terrazas en voladizo, zócalos de aspecto noble, normalmente de piedra, y entradas señoriales. El estilo oficial de posguerra se adaptó aquí a las clases altas", sentencia Pallol.
Madrid, capital imperial
El objetivo de todas estas reformas era convertir a Madrid en una ciudad digna de ser la capital de la España inmortal. No faltaron propuestas, incluso, que señalaron la necesidad de mover la capitalidad de España a Sevilla, mucho más fiel que Madrid a los principios del Movimiento Nacional. Esta propuesta llegó a discutirse en un Consejo de Ministros en Burgos durante la Guerra Civil, asegura el historiador. Pero los planes de Franco eran otros. Quería convertir Mafrid en la capital imperial, una ciudad en la que la España eterna se mirase con honor y gloria. En palabras del falangista Giménez Caballero: Madrid era una ciudad maldita que debía llorar sus culpas y expiar sus pecados.
De hecho, un día después del desfile de la Victoria de Franco, el 20 de mayo, Serrano Súñer pidió a los nuevos responsables del Ayuntamiento que hicieran un Madrid nuevo: "No en el sentido material y proletario de los ayuntamientos republicano-socialistas sino con la grandeza que corresponde a la capital de la España heroica". Si Franco y los suyos consiguieron sus objetivos es una respuesta que puede tomar el lector. Para ello, David Pallol ofrece hasta siete rutas por Madrid desgranando las características arquitectónicas de cada rincón de la ciudad. Recuerden el título: ‘Construyendo Imperio, guía de la arquitectura franquista en el Madrid de la posguerra’.
Los valores de la España eterna, por tanto, debían quedar inmortalizados. Símbolo de la victoria contra las hordas rojas del comunismo internacional. Y nada mejor que la arquitectura y la piedra para cumplir semejante objetivo. A finales de junio de 1939, se celebraba en Madrid la ‘I Asamblea de Arquitectos’ y en septiembre de ese primer año de la Victoria se creaba la Dirección General de Arquitectura, con el falangista Pedro Muguruza al frente. La arquitectura era un vehículo privilegiado para plasmar la ideología y los valores del nuevo régimen y debía demostrar la gloria y la fuerza de los vencedores.
La huella del fascismo patrio en el Madrid actual es recogida y analizada por el historiador David Pallol en la obra 'Construyendo Imperio. Guía de la arquitectura franquista en el Madrid de la posguerra' (Ediciones La librería): "En la arquitectura se pasó de la evolución a la involución. Las líneas racionalistas de la II República fueron reemplazadas en la posguerra por un lenguaje arquitectónico rancio, apolillado, caduco. (...) Algunas de sus obras más representativas fueron, desde un principio, cadáveres exquisitos", escribe Pallol, que señala que la arquitectura fascista de posguerra no fue un estilo unitario sino más bien ecléctico, dentro de su anticuado tono general.
"El estilo preferido era el herreriano, expresión grandiosa pero austera del alma inmortal española. También estaban el neoclásico o villanoviano y el neobarroco. Algunas construcciones, como la Casa Sindical o el Arco de la Victoria, se asemejaron más a los modelo nazi y fascista italiano", prosigue Pallol. Así, con la victoria franquista los arquitectos afectos al régimen fueron los primeros en ofrecerse para construir nación a través de la arquitectura. Uno de ellos fue el ya afamado arquitecto Gutiérrez Soto.
"En opinión de Gutiérrez Soto, los arquitectos dejaban de ser profesionales liberales. La frivolidad en la creación era un pecado contra dios y contra la patria. En la nueva España ya no había espacio para el gusto personal. Las formas arquitectónicas debían derivar de las políticas. Y ser convenientemente utilizadas para transmitir la idea de una España pura y eterna", reflexiona el autor de la obra, creador también de la aplicación 'La Batalla de Madrid'.
El ladrillo es la plebe y la pizarra representa lo ario
La nueva arquitectura del régimen debía desarrollarse sobre tres materiales básicos. A saber: piedra, pizarra y ladrillo. Tiene una explicación. Al menos para los arquitectos franquistas de la época. La ofrece el falangista Ernesto Giménez Caballero, quien en 1944 señala que el ladrillo debía aparecer "sometido", ya que representaba al pueblo llano, díscolo por naturaleza. Debía encuadrarse ante los que mandan y, por supuesto, someterse ante ellos. De esta manera, los ladrillos debían quedar sometidos por la pizarra, que mostraba las raíces germánicas del pueblo español y la piedra, que era la portadora del estilo romano, elemento matriz de la España eterna.
"De ahí que la piedra, necesariamente, hubiera de contener y enmarcar al ladrillo. Esa y no otra era su función simbólica: encuadramiento, jerarquización, ennoblecimiento, falangización de la masa roja ladrillar", escribe Pallol, que señala que la pizarra, el elemento germánico y ario en palabras de Ernesto Giménez, se reservaba para coronar las construcciones recuperando para ello los chapiteles austriacos".
Los ejemplos del uso ideológico de ladrillos, pizarra y piedra son más que abundantes en Madrid. Quizá los edificios más emblemáticos de este nuevo estilo sean el edificio del Colegio Mayor de la Universidad San Pablo CEU, situada en la calle Isaac Peral, 58; el antiguo Ministerio del Aire; el actual edificio de la Agencia Española de Cooperación Internacional (antiguo Instituto de la Cultura Hispánica); y el Museo de América.
El historiador Pallol analiza especialmente el caso del Colegio Mayor del CEU. "Es otro de esos edificios de la época entre Herrera y Villanueva: lo mismo usa pináculos y tejados de pizarra que un pórtico de columnas toscanas rematado por un frontón. En el uso de materiales se atiene al manual: granito para el basamento, ladrillo visto para los muros y lajas de pizarra para las cubiertas. Completa el repertorio un gran chapitel sobre la capilla, visible desde la distancia".
Imagen: Público / Museo de América, Madrid |
La plaza de la Moncloa es, según define Pallol, el recinto "neoherreriano más completo e imponente de Madrid". La dictadura quiso que la plaza de Moncloa fuera un acceso imperial a la ciudad flanqueada de edificios simbólicos: el Arco de la Moncloa, el Monumento a los Caídos y el mismo Ministerio del Aire: "Formaban parte de un eje triunfal que arrancaba en ella y terminaba a kilómetros de allí, en El Escorial. En época del Imperio Romano, todos los caminos llevaban a Roma. En la época de Franco, conducían invariablemente a El Escorial". La nueva plaza pasó a llamarse plaza de los Mártires de Madrid.
La actual sede de la Junta Municipal del distrito Moncloa-Aravaca fue concebida como Monumento a los caídos y su arquitecto fue Manuel Herrero Palacios, ganador del concurso público que convocó en 1950 el Ayuntamiento de Madrid. Según las bases del mismo, el edificio debía ser sobrio para no quitar protagonismo al Arco de la Victoria, situado justo enfrente y cubrir las viviendas de la calle Isaac Peral, que no eran dignas de la monumentalidad que se quería dar a la plaza. "El conjunto muestra su adhesión inquebrantable a los materiales de rigor: techos de pizarra, paños de ladrillo y zócalo, esquinas y recercados de granito", escribe el autor de la obra.
No obstante, el gran protagonista de la plaza es el antiguo Ministerio del Aire, actual cuartel general de la aviación militar. El edificio, obra de Luis Gutiérrez Soto, es el que sienta las bases para el uso de materiales que se ha señalado anteriormente. "Él mismo declararía que con este proyecto quiso contribuir al logro de una arquitectura 'genuinamente nacional'", explica Pallol, que recuerda que Gutiérrez Soto presentó dos proyectos tras sendas visitas a Roma y a Berlín en pleno apogeo del fascismo. Una propuesta estaba inspirada en la arquitectura nazi del momento y la segunda propuesta transplantaba una réplica del monasterio del Escorial. "El Ministerio del Aire fue la primera y más monumental obra de una arquitectura fascista netamente española", añade el autor.
Frente al antiguo Ministerio se encuentran los arcos de la Moncloa, una doble arcada que comunica la plaza con las calles Isaac Peral y Fernando el Católico. El objetivo principal era servir de digno telón de fondo al ministerio, tapando el resto de construcciones.
El tercer gran edificio de este complejo es el Arco de la Victoria, un monumento de casi 40 metros de altura que ensalza el triunfo bélico de Franco: "Es un monumento ambivalente, porque si bien se le puede despreciar desde las ideas, es imposible hacerlo artísticamente: despojado de sus turbias connotaciones, queda como una obra de un clasicismo impecable, esbelto de proporciones y con un conjunto de esculturas de muy fina factura".
De paseo a la Gran Vía: el edificio España, símbolo de la autarquía
La reconstrucción de la Gran Vía fue una de las obsesiones del régimen. Ernesto Giménez Caballero en el ensayo ‘La arquitectura y Madrid’ (1944) describió de la siguiente manera la emblemática Gran Vía: "En Madrid, el reino del cemento es la Gran Vía. Y el cemento es atroz. Huele a socializar, a planes quinquenales, a novela bolchevique, a película yanqui, a mujer libre, a miseria organizada, a disolución de la familia, a funcionarios numerados. Si hay un material hostil para colgar un crucifijo, es el cemento".
Así, 'españolizar' la Gran Vía y las calles adyacentes fue una de las tareas que emprendió el régimen. El gran ejemplo se encuentra en la plaza de España con el Edificio España, una de las construcciones más emblemáticas de Madrid. Construido en plena etapa autárquica del régimen de Franco fue utilizado por la dictadura como muestra del progreso y el bienestar que vivían en la capital de España. Las obras comenzaron en 1948 y fue inaugurado el 4 de octubre de 1953. Corrió a cargo de los hermanos Otamendi, que contaron con la financiación del Banco de Vizcaya. "El Edificio España, con su gigantismo en época de vacas flacas y su lenguaje nacionalista, fue el mayor alarde del país en plena autarquía", dice Pallol.
La línea estilística inaugurada por el Edificio España es continuada por edificios como la sede social de la compañía de seguros Ocaso, que se encuentra en la calle 21 de la calle Princesa. La Gran Vía continuó su renovación con nuevos edificios como el Intercontinental, situado en la esquina de la calle Reyes con Gran Vía; el antiguo Edificio y Cine Pompeya y el Teatro Compac Gran Vía. Por último, cabe destacar el Edificio Los Sótanos o Lope de Vega, situado también en Gran Vía. Construido entre 1945 y 1949, el edificio se adscribe a la arquitectura oficial de posguerra en el uso de materiales: "ladrillo visto y piedra con detalles decorativos herrerianos como los óculos y los pináculos".
Paseo de la Castellana y Paseo del Prado
El eje Castellana-Prado fue el elegido por Francisco Franco para celebrar el desfile de la Victoria en la Guerra Civil. Por la Castellana desfilaron las tropas victoriosas del régimen ante miles de personas que vitoreaban el nombre del dictador. Y también este eje vio cómo nacieron nuevos edificios que simbolizaban los valores de la nueva España.
En el número 20 del Paseo del Prado se levantó la Casa sindical o de los Sindicatos, que actualmente es el Ministerio de Sanidad. El edificio fue construido por el falangista Francisco de Asís Cabrero Torres-Quevedo, que adoptó un estilo más moderno y más relacionado con la arquitectura que había fuera de España. "La Casa Sindical es muy importante por lo que supone de ruptura. Es el primer edificio oficial que vuelve a asimilar el racionalismo, aunque sea a través de la arquitectura fascista italiana", escribe Pallol.
En el mismo Paseo del Prado, en los números 6 y 56 se encuentran respectivamente la antigua sede de Campsa, actual Dirección General del Tesoro, y la antigua sede del Instituto Nacional de Previsión, actual Agencia de Seguridad Alimentaria. Ambos edificios siguen el uso de materiales ortodoxos: muros de ladrillo enmarcados en piedra.
Pero si hay un símbolo que brilla por encima del resto en el mencionado eje se trata de los Nuevos Ministerios. Las obras comenzaron en 1933 durante la II República y se paralizaron durante la Guerra Civil. Finalmente, la primera fase se inauguraría en 1958. El diseño del bloque en L se debe al arquitecto de ideas republicanas Secundino Zuazo. "Lo irónico es que con este edificio Zuazo ayudó a crear el patrón para la arquitectura estatal de posguerra. Quién le iba a decir a él, urbanista comprometido con la República, que con este edificio ciclópeo y severo con reminiscencias de patio herreriano iba a inspirar también el modelo arquitectónico del primer franquismo", reflexiona el autor.
En el Paseo de la Castellana se encuentra el estadio de fútbol del Real Madrid, el Santiago Bernabéu, antiguo estadio de Chamartín. "Fue la construcción de mayores dimensiones de la España de los 40, absorbiendo todo el hierro disponible en el mercado nacional". El estadio fue la sede habitual de las llamadas Demostraciones Sindicales que se celebraban cada Primero de Mayo y que se vendían como "el homenaje que le rendía a Franco la España laboral".
El Paseo más "chic"
El barrio de Argüelles abunda en construcciones o reconstrucciones de posguerra, ya que fue casi arrasado por los bombardeos franquistas. Manzanas enteras fueron destruidas y multitud de edificios seriamente dañados. La reconstrucción del barrio implicó la reconstrucción del Paseo de Rosales, que quedó devastado. "El Paseo se irá conformando con una serie de edificios residenciales de alto standing que se apuntan entusiasmados a la moda del cóctel de ladrillo y piedra y el tejado de pizarra. El Paseo de Rosales se convierte así en el digno friso residencial de la fachada imperial al Manzanares. Era su tramo más chic y exclusivo, no asequible a cualquiera. Sus pisos, de hecho, eran de los más caros de Madrid en la posguerra", apunta el autor del libro.
Pallol señala que el paradigma de los nuevos edificios del Paseo Rosales es el que se levanta en la esquina con el Paseo de Moret, una torre visible desde la distancia que marca el encuentro entre las dos calles. "Hay muchos edificios que son buenos ejemplos de la arquitectura residencial franquista de los años 40. Comparten característica de diseño: tejados de pizarra, fachadas de ladrillo con terrazas en voladizo, zócalos de aspecto noble, normalmente de piedra, y entradas señoriales. El estilo oficial de posguerra se adaptó aquí a las clases altas", sentencia Pallol.
Madrid, capital imperial
El objetivo de todas estas reformas era convertir a Madrid en una ciudad digna de ser la capital de la España inmortal. No faltaron propuestas, incluso, que señalaron la necesidad de mover la capitalidad de España a Sevilla, mucho más fiel que Madrid a los principios del Movimiento Nacional. Esta propuesta llegó a discutirse en un Consejo de Ministros en Burgos durante la Guerra Civil, asegura el historiador. Pero los planes de Franco eran otros. Quería convertir Mafrid en la capital imperial, una ciudad en la que la España eterna se mirase con honor y gloria. En palabras del falangista Giménez Caballero: Madrid era una ciudad maldita que debía llorar sus culpas y expiar sus pecados.
De hecho, un día después del desfile de la Victoria de Franco, el 20 de mayo, Serrano Súñer pidió a los nuevos responsables del Ayuntamiento que hicieran un Madrid nuevo: "No en el sentido material y proletario de los ayuntamientos republicano-socialistas sino con la grandeza que corresponde a la capital de la España heroica". Si Franco y los suyos consiguieron sus objetivos es una respuesta que puede tomar el lector. Para ello, David Pallol ofrece hasta siete rutas por Madrid desgranando las características arquitectónicas de cada rincón de la ciudad. Recuerden el título: ‘Construyendo Imperio, guía de la arquitectura franquista en el Madrid de la posguerra’.
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