Barcelona : Gustavo Gili, 2019.
111 p. : principalmente il.
ISBN 9788425231858
/ ES / Libros / Arquitectura – Aspecto del medio ambiente / Arquitectura - Filosofía / Arquitectura sostenible / Casas individuales / Espacio (Arquitectura) / Henry David Thoreau / Le Corbusier
ehuBiblioteka BCG A-72:504 CUA
https://ehu.on.worldcat.org/oclc/1117716789
El espacio que habitamos, reducido a su mínima expresión, ha sido motivo de fascinación y experimentación a lo largo de la historia. Henry David Thoreau vivió en su cabaña forestal de Walden Pond entre 1845 y 1847. Le Corbusier construyó en 1952 para él y su esposa el célebre Cabanon de la Costa Azul. Inspirados en estas experiencias, Urs Peter Flueckiger y sus estudiantes de la Texas Tech University construyeron en la campiña tejana una cabaña ecológica económicamente sostenible. Los tres proyectos comparten la idea del espacio mínimo y su relación con la naturaleza. Este libro analiza a través de textos, dibujos y fotografías las propuestas de Thoreau, Le Corbusier y el equipo de Flueckiger, atendiendo a sus paralelismos y similitudes. Y, como ya hiciera León Tolstói en su relato ¿Cuánta tierra necesita un hombre?, Flueckiger se pregunta en definitiva en estas páginas: ¿cuánta casa necesita una persona?
¿Cuánta casa necesitamos?
El profesor Urs Peter Flueckiger mezcla filosofía, economía y arquitectura para contestar esta pregunta no solo con metros cuadrados.
Anatxu Zabalbeascoa | El País, 2019-12-03
https://elpais.com/elpais/2019/11/18/del_tirador_a_la_ciudad/1574101199_737803.html
28 dólares y 12,5 centavos. Eso costó la cabaña espartana en la que Henry David Thoreau vivió dos años, dos meses y dos días entre 1845 y 1847. Aquella casa medía 13,9 metros cuadrados. Y él mismo la construyó, cerca de Concord (Massachusetts), en la orilla norte del Walden Pond, donde cultivaba las legumbres de las que se alimentaba. Thoreau le puso ese nombre —‘Walden o la vida en los bosques’— al libro en el que describió una vida básica pero plena a lo largo de las cuatro estaciones.
Poco más de un siglo después, en 1952, el arquitecto Charles-Édouard Jeanneret-Gris, Le Corbusier, le hizo a su esposa el regalo que quería para él: una cabaña sencilla, pero no primitiva, en el Cap Martin, frente a la Costa Azul. No fue fácil. El terreno, aunque pequeño, se lo compró al dueño del restaurante l’Étoile de Mer tras veinte años de amistad, fidelidad, consumiciones y veranos compartidos. También era muy pequeña y básica, y por eso el suizo la diseñó al milímetro —incluido el mobiliario— e hizo que midiera, ¿casualidad? 13 metros cuadrados. La cabaña de Thoreau y el ‘Cabanon’ de Le Corbusier le sirvieron al profesor de la Universidad Tecnológica de Texas Urs Peter Flueckiger para poner a sus alumnos a pensar sobre ecologismo, espacio, construcción, responsabilidad y literatura. Todo había empezado por un libro.
Flueckiger dio a leer a sus alumnos el clásico de Tolstói '¿Cuánta tierra necesita un hombre?' (1885), una fábula sobre la avaricia, la sobredimensión de las capacidades o el esfuerzo vano, y les dio también dos datos: en 1950 la familia media norteamericana (ya saben, la media entre Harlem y Santa Mónica pasando por Iowa) vivía en una casa de 90 metros cuadrados. Para 2013 la media había aumentado a 240 metros. 240 metros llenos de muebles, electrodomésticos y todo tipo de enseres.
Tras estudiar los dos refugios míticos, profesor y alumnos sacaron conclusiones:
-La cabaña de Thoreau —hoy reconstruida y desubicada— estaba en realidad a 30 metros del lago Walden. Por lo tanto, Thoreau, que la dibujó y la construyó, fue más preciso como arquitecto que como escritor (en ‘Walden’ la ubica “en la orilla”).
-De los 28,12 dólares que gastó para construir su casa —él no la llama cabaña— buena parte del dinero fue destinada a pagar tablas y listones de madera (un tercio). Ahorró en el transporte. “Buena parte cargado a mi espalda”, anotó.
-Tras los legendarios dos años, dos meses y dos días que necesitó para probarse y probar la vida en contacto con la naturaleza durante las cuatro estaciones, la casa de Thoreau fue trasladada a Concord y usada como granero. Eso convierte al edificio en reciclable (ya provenía de vidrios y tablas recicladas) y en sostenible. Tanto es así, que el profesor Flueckiger sostiene que “según los estándares actuales, habría obtenido puntos LEED por la reutilización de materiales”.
Sobre el ‘Cabanon’ de Le Corbusier en Roquebrune –Cap-Martin, Flueckiger anota:
-El acceso es difícil —hay un camino de menos de dos metros— que lo ha preservado. También el restaurante L’Étoile de Mer permanece. Se trata de un espacio fundamental, porque reducía las necesidades de Le Corbusier y su esposa, Yvonne, ya que el matrimonio no cocinaba. Con un bar al lado es más fácil convertirse en anacoreta. Sí, pero ojo: estaban de vacaciones y en la casa no había ni un solo respaldo más allá de los pinos y las paredes. Pero la casa es, efectivamente, mayor de lo que pensamos: una de las puertas del ‘Cabanon’ conduce, directamente, al restaurante de Thomas Rebutato, el fontanero jubilado dueño de l’Etoile. E íntimo de Le Corbusier e Yvonne. Los 13 metros cuadrados no son, por lo tanto, tan pocos. Le Corbusier comía fuera de casa y dibujaba bajo un algarrobo: tenía incluso un cubículo de 4x2 metros que utilizaba como estudio.
-El profesor Flueckiger comenta que, aunque Le Corbusier tardó 45 minutos exactos en diseñar su casa, no incluyó en esos minutos los días y las horas que dedicara a viajar y dibujar por el mundo. Esto es, seguramente, el mejor consejo para sus estudiantes: hay varias maneras de contar.
-Por pequeño, prefabricado y con refrigeración pasiva (el algarrobo), el ‘Cabanon’ también es un edificio sostenible.
Con toda esta información, profesores y alumnos se pusieron a pensar ellos en cómo diseñar una cabaña sostenible hoy. Por bastante más de 28 dólares y tras mucho más que 45 minutos, idearon una propuesta. Su cabaña, levantada en un pastizal en el oeste de Texas, mide 37 metros cuadrados y está prefabricada con chapa de acero reciclada de una antigua vivienda, pino blanco y un aislamiento que engorda los muros hasta 30 centímetros y los rellena de tela de vaqueros reciclados en la zona. Dispone de ventilación natural y es capaz de acumular no toda la energía que precisa, pero sí la suficiente para poner en marcha un fogón, un frigorífico y cargar los móviles. Para Flueckiger la casa recicla también el contacto del alumno con la realidad: le hace abandonar el ordenador para conocer el martillo y la sierra. Este profesor —que ya había escrito un volumen sobre Donald Judd— ha contado esta historia en un libro: '¿Cuánta casa necesitamos?' (Gustavo Gili), que recurre, estudia y hasta cuestiona a Thoreau y Le Corbusier para lanzar una pregunta tan arquitectónica como filosófica, económica o sociológica: ¿Cuánta casa necesitamos?
Poco más de un siglo después, en 1952, el arquitecto Charles-Édouard Jeanneret-Gris, Le Corbusier, le hizo a su esposa el regalo que quería para él: una cabaña sencilla, pero no primitiva, en el Cap Martin, frente a la Costa Azul. No fue fácil. El terreno, aunque pequeño, se lo compró al dueño del restaurante l’Étoile de Mer tras veinte años de amistad, fidelidad, consumiciones y veranos compartidos. También era muy pequeña y básica, y por eso el suizo la diseñó al milímetro —incluido el mobiliario— e hizo que midiera, ¿casualidad? 13 metros cuadrados. La cabaña de Thoreau y el ‘Cabanon’ de Le Corbusier le sirvieron al profesor de la Universidad Tecnológica de Texas Urs Peter Flueckiger para poner a sus alumnos a pensar sobre ecologismo, espacio, construcción, responsabilidad y literatura. Todo había empezado por un libro.
Flueckiger dio a leer a sus alumnos el clásico de Tolstói '¿Cuánta tierra necesita un hombre?' (1885), una fábula sobre la avaricia, la sobredimensión de las capacidades o el esfuerzo vano, y les dio también dos datos: en 1950 la familia media norteamericana (ya saben, la media entre Harlem y Santa Mónica pasando por Iowa) vivía en una casa de 90 metros cuadrados. Para 2013 la media había aumentado a 240 metros. 240 metros llenos de muebles, electrodomésticos y todo tipo de enseres.
Tras estudiar los dos refugios míticos, profesor y alumnos sacaron conclusiones:
-La cabaña de Thoreau —hoy reconstruida y desubicada— estaba en realidad a 30 metros del lago Walden. Por lo tanto, Thoreau, que la dibujó y la construyó, fue más preciso como arquitecto que como escritor (en ‘Walden’ la ubica “en la orilla”).
-De los 28,12 dólares que gastó para construir su casa —él no la llama cabaña— buena parte del dinero fue destinada a pagar tablas y listones de madera (un tercio). Ahorró en el transporte. “Buena parte cargado a mi espalda”, anotó.
-Tras los legendarios dos años, dos meses y dos días que necesitó para probarse y probar la vida en contacto con la naturaleza durante las cuatro estaciones, la casa de Thoreau fue trasladada a Concord y usada como granero. Eso convierte al edificio en reciclable (ya provenía de vidrios y tablas recicladas) y en sostenible. Tanto es así, que el profesor Flueckiger sostiene que “según los estándares actuales, habría obtenido puntos LEED por la reutilización de materiales”.
Sobre el ‘Cabanon’ de Le Corbusier en Roquebrune –Cap-Martin, Flueckiger anota:
-El acceso es difícil —hay un camino de menos de dos metros— que lo ha preservado. También el restaurante L’Étoile de Mer permanece. Se trata de un espacio fundamental, porque reducía las necesidades de Le Corbusier y su esposa, Yvonne, ya que el matrimonio no cocinaba. Con un bar al lado es más fácil convertirse en anacoreta. Sí, pero ojo: estaban de vacaciones y en la casa no había ni un solo respaldo más allá de los pinos y las paredes. Pero la casa es, efectivamente, mayor de lo que pensamos: una de las puertas del ‘Cabanon’ conduce, directamente, al restaurante de Thomas Rebutato, el fontanero jubilado dueño de l’Etoile. E íntimo de Le Corbusier e Yvonne. Los 13 metros cuadrados no son, por lo tanto, tan pocos. Le Corbusier comía fuera de casa y dibujaba bajo un algarrobo: tenía incluso un cubículo de 4x2 metros que utilizaba como estudio.
-El profesor Flueckiger comenta que, aunque Le Corbusier tardó 45 minutos exactos en diseñar su casa, no incluyó en esos minutos los días y las horas que dedicara a viajar y dibujar por el mundo. Esto es, seguramente, el mejor consejo para sus estudiantes: hay varias maneras de contar.
-Por pequeño, prefabricado y con refrigeración pasiva (el algarrobo), el ‘Cabanon’ también es un edificio sostenible.
Imagen: El País / Cabaña sostenible diseñada por el alumnado de Urs Peter Flueckiger |
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