En: Revista del Ministerio de Fomento (ISSN 1577-4589), n, 677 (2017), p. 26-29
/ ES / Artículos / RE / Open Access
/ Arquitectura – Siglo XX – Comunidad Valenciana / Demetrio Ribes / Ferrocarriles – Estaciones – Diseño y construcción / Modernismo (Arte) – Comunidad Valenciana / Valencia
TEXTO COMPLETO | España. Ministerio de Fomento
http://www.fomento.gob.es/NR/rdonlyres/E4A10D85-137C-4402-87E4-9BF7DD594A9A/146794/Nov18_25.pdf
TEXTO COMPLETO | Dialnet
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6235028
La mañana del 2 de agosto de 1907 comenzaban las obras para construir la estación del Norte de Valencia, uno de los edificios más deslumbrantes de la ciudad mediterránea. Diez años después –7 de agosto de 1917– entró en servicio la monumental terminal ferroviaria, que este año celebra su primer centenario y que nació con vocación de representar el poderío económico de su promotora, la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España.
Cuando comenzaron los trabajos corrían tiempos de bonanza. Valencia era una ciudad en plena expansión y la Compañía del Norte, que ya contaba con 3.670 kilómetros de vías férreas en toda España, disfrutaba de una economía boyante. Aquella prosperidad le permitió construir una estación monumental que fue el asombro de la sociedad valenciana por su belleza y sus extraordinarias dimensiones para la época: 15.476 m2 de superficie y capacidad para acoger a 40.000 viajeros diarios. De hecho, la nueva terminal triplicaría la capacidad de la antigua estación y superó con creces a otras de capitales tan importantes como París o Viena. Aún hoy, es reconocida como una de las mejores estaciones ferroviarias de Europa.
El edificio –denominado por algunos como catedral de los tiempos modernos– es la obra cumbre del arquitecto valenciano Demetrio Ribes. Su singular estilo modernista es la traducción mediterránea de la escuela secesionista vienesa, de la que bebió Ribes; una manifestación de modernidad y progreso, caracterizada por la simbiosis de elementos ornamentales junto a materiales y técnicas industriales de nuevo cuño, como el uso del hormigón armado y el acero, que permitían una mayor luz y esbeltez estructural. Pero su mayor singularidad se encuentra en la exuberante y preciosista ornamentación que hacen del conjunto una obra de arte (fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1961, Bien de Interés Cultural en 1983, a los que suma la consideración de Estación Histórica por parte de Adif).
Valencia aplaudió con entusiasmo el edificio al ver reflejada el alma de la ciudad en la iconografía regionalista de sus mosaicos y pinturas. Omnipresente en techos, paredes, remates de las torres o enjutas de los arcos, aparecen paisajes (La Albufera), construcciones típicas (la barraca, el micalet) y abundancia de flores de azahar, rosas, naranjas, hojas verdes y guirnaldas, junto a mujeres vestidas con el traje regional valenciano o escenas costumbristas que evocan el colorido y las tradiciones de la ciudad mediterránea.
Cuando comenzaron los trabajos corrían tiempos de bonanza. Valencia era una ciudad en plena expansión y la Compañía del Norte, que ya contaba con 3.670 kilómetros de vías férreas en toda España, disfrutaba de una economía boyante. Aquella prosperidad le permitió construir una estación monumental que fue el asombro de la sociedad valenciana por su belleza y sus extraordinarias dimensiones para la época: 15.476 m2 de superficie y capacidad para acoger a 40.000 viajeros diarios. De hecho, la nueva terminal triplicaría la capacidad de la antigua estación y superó con creces a otras de capitales tan importantes como París o Viena. Aún hoy, es reconocida como una de las mejores estaciones ferroviarias de Europa.
El edificio –denominado por algunos como catedral de los tiempos modernos– es la obra cumbre del arquitecto valenciano Demetrio Ribes. Su singular estilo modernista es la traducción mediterránea de la escuela secesionista vienesa, de la que bebió Ribes; una manifestación de modernidad y progreso, caracterizada por la simbiosis de elementos ornamentales junto a materiales y técnicas industriales de nuevo cuño, como el uso del hormigón armado y el acero, que permitían una mayor luz y esbeltez estructural. Pero su mayor singularidad se encuentra en la exuberante y preciosista ornamentación que hacen del conjunto una obra de arte (fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1961, Bien de Interés Cultural en 1983, a los que suma la consideración de Estación Histórica por parte de Adif).
Valencia aplaudió con entusiasmo el edificio al ver reflejada el alma de la ciudad en la iconografía regionalista de sus mosaicos y pinturas. Omnipresente en techos, paredes, remates de las torres o enjutas de los arcos, aparecen paisajes (La Albufera), construcciones típicas (la barraca, el micalet) y abundancia de flores de azahar, rosas, naranjas, hojas verdes y guirnaldas, junto a mujeres vestidas con el traje regional valenciano o escenas costumbristas que evocan el colorido y las tradiciones de la ciudad mediterránea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario