jueves, 17 de febrero de 2011

libro | La obra de ingeniería como obra de arte

La obra de ingeniería como obra de arte / Javier Manterola.
Pamplona : Laetoli, 2010.
215 p. : il.
Serie: Arquitectura y Sociedad ; 1

ISBN 9788492422210*
Materias:
Ingeniería civil.
Diseño técnico.
Arquitectura.
Biblioteca A-62 OBR




Los puentes —escribe Javier Manterola— no han entrado en el radio de acción de los críticos de arte. Es como si fueran transparentes: no se ven, no interesan ni se entienden. A veces parece que sólo la pintura existe como obra de arte. Sin embargo, en este mundo del arte confuso empiezan a estar presentes de una manera cada vez más insistente las obras públicas. Las carreteras y los ferrocarriles pueden llegar a ser auténticas obras de Land Art. Los tiempos actuales y sus amplios planteamientos sobre qué es el arte no tardarán mucho en descubrir la formidable belleza de los puentes, las presas, las carreteras... Y aunque esto no sea demasiado importante para las obras públicas, lo es mucho para el arte de nuestro tiempo.

«El trabajo de un ingeniero es una mezcla de lógica y de belleza, estas dos palabras definen el artificio construido como un objeto de contrastes y de síntesis entre razón y sentimiento, asociación tan próxima a los cometidos de la arquitectura. [...] Javier Manterola acota en su propia biografía los fundamentos de un saber selectivo y refinado, contempla en sus proyectos por igual los parámetros de lo útil, necesario y bello del artificio que se va a construir [...]. No existe razón lógica, señala en sus escritos Javier Manterola, para disociar el territorio del arte como algo diferenciado del mundo de la ciencia» (Antonio Fernández Alba)

«Desde luego, tampoco Javier Manterola necesita presentarse ni ser alabado para quedar bien. Prácticamente todo lo mejor o extraordinario que se ha construido en puentes durante los últimos 20 años son obra suya» (Vicente Verdú, El País)

Javier Manterola (Pamplona, 1936) es ingeniero de Caminos y catedrático de la Escuela Superior de Ingenieros de Madrid. Es autor de numerosos proyectos realizados en colaboración con arquitectos españoles, como Rafael Moneo, y ha ganado a lo largo de su carrera galardones tales como la medalla de la Federación Internacional del Pretensado (Fédération Internationale de la Précontrainte, FIP) en 1996, el «award of merit» de la International Association of Bridge and Structural Engineering (Asociación Internacional de Puentes y Estructuras, IABSE) en 2006 —Manterola es el único español que ha obtenido ambos premios— o el Premio Príncipe de Viana de la Cultura en 2005. Entre su obra destaca especialmente su Puente Ingeniero Carlos Fernández Casado, que fue durante una década récord mundial en varias categorías, siendo aún el mayor de España. Es autor de múltiples puentes en Zaragoza (puente del TAV sobre el Ebro), Córdoba (puente de Andalucía), Sevilla (puente de las Delicias), Bilbao (puente Euskalduna), Navarra (rotonda de Zizur, El Vergel en Pamplona), etc. Es autor de numerosos libros.



La libido del puente y la pasarela
Lo mejor del libro de Manterola es comprobar el excitante efecto de una buena construcción
Vicente Verdú | El País, 2010-10-21

"El puente no solo conecta orillas que ya están allí. Las orillas emergen como orillas solo cuando el puente cruza la corriente". Esta sentencia de Heidegger podría ser el emblema de todo el libro de Javier Manterola sobre la estética de la ingeniería en presas o puentes que están cambiando la vida del mundo, y su vista también.

Javier Manterola, el ingeniero español que más puentes significativos ha diseñado en las últimas décadas, ha publicado "La obra de ingeniería como obra de arte" (Laetoli / F. Arquitectura y Sociedad) y con él se abren los ojos al automovilista o al viajero del AVE para degustar las gigantescas construcciones civiles de los últimos tiempos. ¿Un atentado contra la naturaleza?

Lo más atractivo de este libro ilustrado viene a ser la comprobación del excitante efecto que una buena construcción humana inculca en su entorno. Puentes o presas abovedadas como impensadas esculturas encajadas amorosamente en el lugar idóneo. Ondulaciones y curvaturas de hormigón y acero en las que se percibe tanto la libido del lápiz como la habilidad del cerebro y a una escala que deja pequeño al "land art" y hasta lo descalifica.

No será tan solo la ciudad a la que viajamos la que nos reserva la belleza de sus pinturas, su estatuaria o su arquitectura. El trayecto se encuentra cada vez más poblado de formidables obras de arte. El puente de Salginatobel en Suiza de Rober Maillart aparece como el artefacto fundacional de todo este punto de vista. Construido alrededor de 1930 y sin propósito de hacer nada bonito fue "descubierto" como obra de arte por Sigfried Giedion (1888-1968) erigido hoy, con plena razón, en un santo patrón de ingenieros, arquitectos y público listo.

Dos libros de este sabio checo, "Espacio, tiempo y arquitectura" (Reverté, 1941) y "La mecanización toma el mando" (Gustavo Gili, 1948) son suficientes para ponerse inmediatamente de rodillas. El puente de Maillart parece poca cosa si se compara con el de Millau de Foster y Virlogeux en Aveyron (Francia). Este puente, el más alto del mundo (343 metros), mide casi dos kilómetros y medio de largo y tiene un tablero con un ancho de 32 metros, varias veces la talla de Maillart. La comparación es, pues, brutalmente desigual si se tratara de una competición, pero Salginatobel es, para los ingenieros, como el Shangri La en la novela de James Hilton, titulada (curiosamente) "Horizontes perdidos".

Los horizontes perdidos o tan lejanos como misteriosos se convierten en horizontes a pedir de boca cuando, por ejemplo, la mirada degusta el Golden Gate (1937) de San Francisco, el Firth of Forth (1890) junto a Edimburgo o el Bayonne sobre el Kill van Kull de Nueva York (1931).

Pero no se concentran las obras maestras solo allí o en la época gloriosa de las primeras construcciones en hormigón, vidrio y acero, coetáneas de la Torre Eiffel o el Palacio de Cristal inglés o español. En España, tanto Eduardo Torroja o Carlos Fernández Casado, entre otros, fueron inolvidables pontones antes de la Guerra Civil.

Y, desde luego, tampoco Javier Manterola necesita presentarse ni ser alabado para quedar bien. Prácticamente todo lo mejor o extraordinario que se ha construido en puentes durante los últimos 20 años son obra suya. Suyo es el puente de Contreras en Valencia, el que vuela sobre el río Galindo en Baracaldo, el puente de Ventas, el de los Franceses y todo el nudo norte en Madrid, el de Congost en Barcelona, el de Euskalduna en Bilbao o el elegante ejemplar cruzando el Ebro en Logroño.

A lo largo de muchas páginas, Manterola es la estrella, estrella de puentes y "pasarelas". Todos ellos tan reveladores del plus estético que la naturaleza recibe con la inteligente, afectiva o libidinosa intervención del hombre que ya pueden ir ahorcándose los más severos y asexuados de los ecologistas.

Fuente
La libido del puente y la pasarela

Lo mejor del libro de Manterola es comprobar el excitante efecto de una buena construcción
Vicente Verdú | El País, 2010-10-21



Documentación
Javier Manterola reivindica en un libro el valor artístico de la ingeniería
Es la primera obra de una nueva colección que lanza la Fundación Arquitectura y Sociedad. El ingeniero pamplonés invita a descubrir la belleza de los puentes, las carreteras y las presas.
Nerea Alejos | Diario de Navarra, 2010-10-06
Reflexiones sobre "La obra de ingeniería como obra de arte"
Manterola presentó ayer en alzuza su libro, el 1º de la colección de la Fundación Arquitectura y Sociedad
P.E.C. | Noticias de Navarra, 2010-10-0

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