miércoles, 16 de septiembre de 2020

#libros #arquitectura | 10 años 10 textos : reflexiones sobre el proyecto en el décimo aniversario de los estudios de arquitectura en la Universidad de Zaragoza

10 años 10 textos : reflexiones sobre el proyecto en el décimo aniversario de los estudios de arquitectura en la Universidad de Zaragoza / [coordinador de la publicación, Carlos Labarta].
Zaragoza : Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2018.
139 p. : il.

/ ES / Libros / Arquitectura – Estudio y enseñanza / Arquitectura – Teoría

📘 Ed. impresa: ISBN 9788417633486
Labarta, C. (coord.) (2018). 10 Años 10 textos : reflexiones sobre el proyecto en el décimo aniversario de los estudios de arquitectura en la Universidad de Zaragoza. Prensas de la Universidad de Zaragoza.
ehuBiblioteka BCG A-72:378 DIE
https://ehu.on.worldcat.org/oclc/1089759386

[.es] Con frecuencia confío a mis alumnos que no sé más que lo que aprendo en mi trabajo. Hay un continuo entrelazado que va cosiendo de manera responsable todos nuestros quehaceres. Frente al riesgo de confeccionar una docencia que se limita a transmitir lo leído en los libros o en los archivos, estaría esta otra fórmula que comparte las propias dudas pero también las certezas que se van alcanzando en el diario desenvolvimiento de los proyectos de mi oficina. No encuentro otro camino que salvaguarde la honradez docente y profesional.

Hace ya algunos años, cuando seguía los cursos del programa de doctorado de la Universidad Politécnica de Madrid, pregunté a uno de mis profesores –un viejo maestro y prestigioso crítico– qué método seguía él para investigar sobre un edificio. Él detuvo su explicación y como quien valora la posibilidad de revelar un secreto largamente aprendido nos confió que no había otro camino que ‘aprender a mirar’. Ensayar la mirada. Abrir los ojos y aprender a ver lo que se despliega en nuestra presencia. Para ello se precisa tiempo, detención, paciencia. No es una experiencia distinta de la que es necesaria para conocer a una persona o un paisaje. Ralentizar el tiempo. Mirar con atención. Se trataría de una experiencia opuesta a la del turista tipo cuyo interés está en acumular instantáneas de los lugares visitados. Aquí se persigue profundizar, cambiar cantidad por calidad. Pero lo verdaderamente emocionante es que se trata de un ejercicio al alcance de quien sepa hacer ese esfuerzo de ralentización del tiempo, mezcla de paciencia, sabiduría y generosidad.

Es en efecto el resultado del que sabe detenerse (a mirar). Se trata de la misma sabiduría de los pueblos viejos que aprenden a leer la naturaleza, los cielos y sus estrellas, los ciclos naturales; las costumbres de los animales y también de las personas. Todo ello está dispuesto ante nosotros pero tantas veces la aceleración de nuestras vidas –pudiera decirse que cada vez con más frecuencia– nos impide ver.

Me gusta evocar una escena concreta de la película de Peter Webber que narra algunos episodios de la vida del gran pintor flamenco Johannes Vermeer, basada en la novela de Tracy Chevalier, “La joven de la perla”. En la escena a la que me refiero, la criada –encarnada por Scarlett Johansson– persigue entender a aquel para quien indirectamente trabaja. Y en un momento determinado, en conversación el uno con el otro, en un asalto de impaciencia el maestro abre de forma violenta una ventana emplomada y dejando ver el cielo pregunta a la muchacha por su color. La joven, turbada por el gesto iracundo del artista contesta con timidez que azul, pues ésta es la convención sobre la cuestión. Pero el pintor mantiene la ventana abierta y la pregunta en el aire, lo que obliga al personaje femenino a levantar la cabeza... ¡y mirar! Entonces ella misma se fascina con el ejercicio y empieza a nombrar los colores que percibe, que están delante de sí: azul, verde, naranja, gris... Es un momento emocionante y glorioso en el que se recupera la capacidad que en mayor o menor medida todos tenemos pero que mantenemos embotada desde al menos, parece ser, el siglo XVII.

Insisto, se trata de aprender a mirar. Mirar con la óptica de nuestros personales intereses para articular discursos que den respuesta a nuestras preguntas: edificios dibujados, edificios como parte de una ciudad, de una región o de un paisaje; edificios de un arquitecto, de una época; la construcción de los edificios, su estructura, su detalle, su sostenibilidad; edificios y todos los saberes vinculados a nuestro oficio.

Hemos de ser capaces de hilvanar todos estos discursos. Aquí conviene recordar que, aunque nuestra herramienta más característica como arquitectos es el dibujo, y de ella hablaremos un poco más adelante, en cuanto seres humanos pensamos con palabras que equivalen a conceptos. Son las unidades elementales de discurso, y es su combinación la que nos permite construirlo.

Se trata de lo que podríamos llamar el juego de las palabras: aprender a expresarnos con verdadera precisión. Se hace obligado perseguirla. Todos tenemos la experiencia de utilizar una herramienta afinada. Insisto: nosotros pensamos con conceptos que identificamos con palabras. Si no somos precisos, si no hacemos ese necesario esfuerzo de mesura, de exactitud, perdemos el control y nuestro discurso deviene un mostrenco. Como un coche viejo cuyos frenos o volante no responden con precisión y nos hacen perder el control. Seguramente todos tenemos esa experiencia y su contraria.

Hemos de aprender un uso ajustado de esta herramienta y saber trasmitírsela a nuestros alumnos. Este es otro de esos vasos comunicantes entre investigación y docencia que –junto a la práctica profesional– conforma la triada ideal que nos sostiene. [...] – Eduardo Delgado Orusco [Arquitectura sin prisa. Herramientas del proyectar. En el décimo aniversario de los estudios de Arquitectura en la EINA]

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